Hope Arts: Críticas

Críticas, reseñas y opiniones.

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Lugar: Cantabria, Spain

viernes, diciembre 30, 2005

Olvídate de Mí

OLVIDATE DE MI (ETERNAL SUNSHINE OF THE SPOTLESS MIND, EEUU 2004, Drama, 107 Minutos)
Dirección:
Michael Gondry
Guión: Charlie Kauffman
Reparto: Jim Carrey, Kate Winslet, Kirsten Dunst, Tom Wilkinson, Mark Ruffalo, Elijah Wood.
Música: Jon Brion

Valoración: 10/10
Resumen: Cuando Joel descubre que su novia ha borrado todos los recuerdos que la relacionaban con él, decide vengarse pasando por el mismo proceso.

Conclusión: Es de suponer que intentar desentrañar los entresijos de un tema tan enrevesado como el amor, no es más que un ejercicio de soberbia. La simple intención de dar una visión diferente y original del campo del que más se ha escrito, debatido y reflexionado a lo largo de la historia de la humanidad, es sin lugar a dudas un acto de pretenciosa irreverencia. Precisamente el punto fuerte de “Olvídate de mí” es que no intenta sublevarse en un motín de moderna originalidad, ni trata de crear un discurso propio sobre las relaciones personales, ni se esfuerza en mostrar una pareja poética y unida en su divinidad. Tras el majestuoso (y a ratos confuso) guión de Kaupfman, el juego de luces y sombras de Gondry y las sublimes interpretaciones de todo el reparto (en especial Carrey), “Olvídate de mí” simplemente muestra a una pareja que llega al extremo de tratar de olvidar al otro, sin advertir que el más mínimo recuerdo deja al descubierto el amor que sienten. Enseña una huída imposible del doloroso sufrimiento que provoca el amor en quienes lo padecen y disfrutan al mismo tiempo. Incide en que el amor, no es sólo un recuerdo borrable de una mente sin mácula, sino un sentimiento perenne e impedecedero capaz de resistir el paso del tiempo, y el olvido de la memoria.

O.K.: -El guión.

K.O.: -La traducción del magnífico título original, que deja al descubierto la intención de vender el filme como una comedia más de Jim Carrey.

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jueves, diciembre 29, 2005

Closer

CLOSER (EEUU 2004, Drama, 98 Minutos)
Dirección: Mike Nichols
Guión: Patrick Marber
Reparto: Julia Roberts, Jude Law, Clive Owen, Natalie Portman.
Música: Liam Howlett

Valoración: 9/10

Resumen: Dos parejas deberán superar el idilio entre dos de ellos, los celos, el rencor y las mentiras.

Crítica: ¿Cuántas veces, caminando entre el hormiguero humano inmerso en su hábito cotidiano urbano, no nos habremos cruzado con una persona que daría una vuelta total a nuestra vida? ¿Con alguien desconocido que sería capaz de darnos lo que más ansiamos?

Closer es hoy en día, y por desgracia, una película atípica. Pocas veces se ve en nuestras pantallas una película con un digno tirón comercial, que se base totalmente en un sólido guión y en las interpretaciones de su reparto. Sin efectos especiales, sin decorados extraordinarios, sin una dirección efectista, Closer es simplemente una historia.

Una historia sobre sentimientos y sobre relaciones. Sobre personas. Sobre cuatro seres humanos, desconocidos, que por azares del destino terminan compartiendo las intimidades más profundas. En una alegoría extraña de la unión de deseo, pasión y romance, los cuatro personajes vagan sin rumbo por el mar de un amor convertido en arma arrojadiza de dolor. Los cuatro sufren amando y aman sufriendo.

La brillante creación de los diálogos es el más firme apoyo para delimitar las personalidades de cuatro personajes totalmente distintos. Jude Law es un inseguro escritor demasiado enamoradizo, Julia Roberts encarna a una fotógrafa experimentada en el romance, Clive Owen es un rudo y apasionado doctor con el sexo como único objetivo y Natalie Portman encarna a una misteriosa stripper.

Son estos dos últimos, los que mayor partido sacan de sus papeles. Tanto Law como Roberts realizan un trabajo magnífico, pero el gancho de sus caracteres no es el mismo que el de los personajes de Portman y Owen. El actor británico borda la rudeza apasionada de un médico obsesionado por el sexo, mientras que Portman realiza un trabajo sublime con su Alice, en la que alterna una fría y calculada capacidad de seducción con el más absoluto y conmovedor desamparo.

Un drama romántico de los que ya no se ven, con unos diálogos realistas y precisos que soprenden por su naturalidad, con una crudeza sexual impropia de un film americano y con un reparto de lujo que trabaja a la altura de su renombre. El único pecado, la dirección de Nichols (siendo extraordinaria) se apoya demasiado en la obra teatral en su puesta en escena, carente además de la música (supuestamente iba a correr a cargo de Thomas Newman) aparte del tema central recurrente en toda la película.

Una historia única sobre hasta que punto pueden llegar a unirse los destinos de dos extraños, con sólo mirarse más de cerca.

O.K.: -El reparto, que saca el mejor partido de un enorme guión.

K.O.: -La puesta en escena es puramente teatral.

La Escena: El comienzo. Dos extraños avanzan entre la multitud ajenos al giro que dará sus vidas.

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miércoles, diciembre 07, 2005

Harry Potter y el Prisionero de Azkaban

HARRY POTTER Y EL PRISIONERO DE AZKABAN (HARRY POTTER AND THE PRISONER OF AZKABAN, EEUU – GB, 2004 Aventuras, 136 Minutos)
Dirección:
Alfonso Cuarón.
Guión: Steve Kloves.
Reparto: Daniel Radcliff, Emma Watson, Rupert Grint, Robbie Coltrane, Maggie Smith, Alan Rickman, Michael Gambon, Gary Oldman, Emma Thomson, Richard Griffiths.
Música: John Williams.

Valoración: 7/10

Parece cosa de magia como pasa el tiempo. Nuevamente comienza un curso en el castillo de Hogwarts y ya van tres. Después de la Piedra Filosofal y la Cámara Secreta, llega El Prisionero de Azkabán, nueva secuela de la exitosa saga del mago escrita por la británica J.K. Rowling, que ha sido capaz de crear un icono moderno con multitud de seguidores en todo el mundo. Aunque desde siempre se ha vendido a Potter como un producto para todos los públicos, en sus dos primeras entregas ha arrastrado un evidente hálito infantil.

Tal vez por eso, y en su deseo de ampliar miras y públicos, los productores han optado por un cambio de rumbo en esta tercera entrega. Si en las dos precedentes era Chris Columbus el que llevaba la batuta, Alfonso Cuarón se encarga de dirigir esta tercera y de orientar la saga hacia un ambiente más profundo y tenebroso. De esta forma no sólo está garantizada la presencia en las salas de unos seguidores que ven crecer a sus ídolos al mismo ritmo que ellos mismos, sino que abre las puertas a un público de mayor edad que podrá contemplar un inevitable giro hacia la madurez.

Durante este nuevo curso Harry deberá hacer frente a sus miedos más profundos, que toman forma en el prófugo Sirius Black y en sus siniestros perseguidores procedentes de la inexpugnable prisión de Azkaban: los Dementores, (así es como llaman en Gran Bretaña a los Nazgul). El joven mago descubrirá además tenebrosos secretos sobre la dolorosa muerte de sus padres, rodeado de nuevos personajes y apoyado siempre por sus fieles amigos.

Obviamente Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint repiten como cabezas de cartel. Es interesante contemplar como van madurando en su trabajo al mismo ritmo que crecen, demostrando que han sabido aprovechar la oportunidad de aprender del trabajo del elenco de actores más experimentados que les acompañan en cada uno de los episodios de la serie. Cada cual ha aprendido a sacar lo mejor de su alter ego, y en esta tercera parte empiezan a mostrar verdaderamente parte del potencial que pueden llegar a dar.

Únicamente ensombrece el trabajo del trío de jóvenes protagonistas la duda de si serán capaces de evitar padecer el mal hamiliano que amenaza a todos aquellos que participan en largas sagas. ¿Será capaz Radcliffe de desprenderse del endiosamiento de un personaje del peso mediático como Harry Potter? ¿Se librará Watson de los tics de niña listilla de los que hace continuamente gala Hermione? O mejor aún, ¿seremos nosotros capaces de verlos encarnando a otros personajes que no sean los que les han dado la fama?. Solo el tiempo lo dirá.

Además se han unido al reparto en esta entrega dos estrellas consagradas como Emma Thompson y Gary Oldman, que sin duda habrán contagiado al joven terceto protagonista una parte de su experiencia. El eterno villano Gary Oldman es Sirius Black, el prófugo de la prisión que da título a la película, mientras que Thompson se mete en la piel de una despistada profesora que da clases de premonición y videncia. Desgraciadamente el papel de ambos en esta entrega se limita a unas fugaces apariciones por parte de la inglesa y una tardía, e igualmente limitada, de Oldman, que sólo muestra sus enormes habilidades interpretativas en la parte final de la película.

Pero a pesar de un reparto de lujo, la verdadera estrella de la película es Alfonso Cuarón. Los productores han acertado de pleno en la elección del mexicano, que se ha hecho cargo de dar ese giro hacia la madurez tan necesario para la saga. Cuarón no sólo realiza una tarea sobresaliente como narrador, sino que consigue una lúgubre escenografía que casa a la perfección con la historia. Por si eso fuera poco convierte a la cámara en unos inquietos ojos que saciarán la curiosidad del espectador más exigente, combinando sabiamente belleza, espectacularidad y sencillez.

Curiosamente el trabajo del realizador centroamericano es más notable en la primera parte de la película, más cadenciosa y lenta que el apoteósico final, en la que los personajes desarrollan más las relaciones que los unen y sus propias personalidades. Es durante el retorcido final de la película donde más cuesta mantener la atención, ya que el truco usado es previsible y rebaja la dignidad de un guión cuidado hasta el extremo en otros aspectos. Sin duda la escena en la Casa de los Gritos es un desgraciado punto de inflexión que llega, además, en el peor momento.

Nada más y nada menos que John Williams compone la banda sonora de la película. Williams no puede ser descrito como menos que una leyenda viva del cine, creador de temas tan famosos como Indiana Jones, La Guerra de las Galaxias, Tiburón, Parque Jurásico o la Lista de Schindler. Compositor habitual de Steven Spielberg, el genio americano firma su tercer disco para la saga demostrando una vez más su incuestionable talento, con una música típica de filme de aventuras que consigue adecuar a las escenas de acción y terror con temas más contundentes. Sobresaliente trabajo de un auténtico mago del cine.

OK.: -La excelente lección de realización que imparte Alfonso Cuarón.
-El realismo evolutivo de todos los personajes, cada vez más atractivos.
-La adecuada visión más oscura y profunda que adquiere la saga en esta parte.
-Una soberbia fotografía, compañera imprescindible de la versión más sombría hasta ahora de las aventuras del joven mago.
-El trabajo cada vez más maduro del trío protagonista, secundado fielmente por el resto del reparto.
-Que a pesar del cambio de orientación siga manteniendo impoluta su identidad de auténtica película de aventuras.
-El asentamiento de los elementos propios de la saga en el conocimiento cinematográfico popular, tanto de fieles como de agnósticos del mago británico.
-Que sea capaz de resultar interesante y entretenida para todo tipo de públicos.
-La sorprendente caracterización de Michael Gambon como Dumbledore, clon perfecto del fallecido Richard Harris.
-La estupenda banda sonora obra del genial John Williams, leyenda viva de la música de cine.

K.O.: -La desaprovechada aparición de dos pesos pesados como Gary Oldman y Emma Thompson.
-Que la historia dependa demasiado del continuismo de la saga.
-La tópica solución a la trama, indigna de una película impecable en otros aspectos.
-Las súbitas apariciones de personajes en la injustificable escena en la Casa de los Gritos, a partir de la cual la película se desploma.

Conclusión: Indudablemente es esta tercera entrega lo mejor que hemos visto hasta ahora en el universo de Harry Potter, en la que hemos podido presenciar una profunda humanización del protagonista, que deja de ser un irritante niño al que todo sale bien, para convertirse en un púber confuso y asustado que echa demasiado de menos a sus progenitores. Mike Newell (Donnie Brasco) dirigirá la cuarta entrega, El Cáliz de Fuego, que se estrenará a finales de 2005. Veremos que depara el futuro.
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domingo, octubre 09, 2005

Yo, Robot

YO, ROBOT (I, ROBOT, EEUU 2004, Ciencia Ficción, 120 Minutos)
Dirección:
Alex Proyas.
Guión: Mark Rosenthal, Jeff Vintar, Akiva Goldsman.
Reparto: Will Smith, Bridget Moynahan, James Cromwell, Bruce Greenwood, Chi McBride, Alan Tudyk.
Música: Marco Beltrami.

Valoración: 7/10

Tema recurrente de la ciencia ficción cinematográfica, la rebelión de las máquinas ha sido fuente de inspiración para una legión de directores que han argumentado, con distinto acierto, el temor latente del ser humano por verse superado por su propia creación. Películas de acción futurista con la premisa como base han llenado nuestros cines, creando una tradición fílmica que, augurando un tenebroso futuro para la humanidad, provee de entretenimiento a muchedumbres de espectadores y garantiza éxitos comerciales difíciles de igualar.

Películas como Matrix, Terminator y la propia Yo, Robot, han derrochado efectos especiales para mostrarnos su particular visión de un futuro desolador para los humanos, arrasados en el terreno militar por criaturas cibernéticas. En la mayoría de películas que han tratado el tema, esa ha sido la preocupación principal: que un organismo mecánico, que sigue unas pautas de comportamiento tan avanzadas como para tomar sus propias decisiones, escapara al control de su amo y le destrozara sin piedad.

Sin embargo han sido pocas las películas que han visto en esta atractiva premisa una firme base para analizar al creador a través del estudio de su obra. ¿Acaso no sería más desalentador que una máquina, un cúmulo de cables, circuitos y metal, que está programada para asemejarse a un una persona, fuera más humano que su propio hacedor? ¿Qué sería entonces el alma? ¿Un casi infinito número de directrices eléctricas que nos llevan a sentir, a conmovernos, a sufrir?

Sin duda la película que mejor ha sabido tocar el tema desde ese enfoque ha sido Blade Runner, obra maestra del cine que cuenta con menos de un cuarto de siglo de vida. Ridley Scott supo alejarse de los cánones de la ciencia ficción y del propio libro de Phillip K. Dick para analizar profundamente la condición humana desde una fábula futurista, que marcó época gracias a su diseño y ambientación y que contaba además con una magnífica banda sonora obra de Vangelis. Scott se supo apoyar en puntuales escenas de acción para mostrar al público el ansia vital de los Replicantes, máquinas conmovedoramente humanas, que desarrollaban emociones como la ira, el temor a la muerte o el amor.

Yo, Robot camina, con equilibrio de funambulista, sobre la fina cuerda que separa las dos visiones de la revolución robótica, situándose cautelosamente en el centro, que según dicen es proveedor de virtud. El paralelismo entre la película y Blade Runner es sorprendente: ambas tienes como protagonista a un agente de policía en persecución de un robot asesino que ha violado las reglas básicas de su funcionamiento y que no duda en mostrar sus inquietantes características humanas.

En Yo, Robot la trama se sustenta en la teoría de las tres pautas elaborada por Isaac Asimov, y que viene a decir a grandes rasgos que un robot debe obedecer a un ser humano, no debe dañarlo y que puede reservarse su derecho a la autoprotección. Lógicamente una ley no puede interferir en otra, por lo que se crea un círculo cerrado que garantiza el bienestar de los seres humanos. Sin embargo, el mayor experto en robótica del mundo es asesinado y el principal sospechoso es uno de su robots.

A grandes rasgos Sonny (que así se llama el supuesto asesino) es un Replicante en desarrollo. Y no sólo en su aspecto antropomórfico carente de piel, sino a su propia “personalidad”. El robot pretende ser en un inicio un inquietante adversario al estilo Hal de 2001 para luego mostrar, a través de diversos diálogos, la profundidad a la que llegan sus “sentimientos”. El efectismo de sus frases es indudable y la expresión de su rostro, tal y como se dice durante un diálogo hábilmente incluido en la película, no tiene otra función que aumentar nuestra sensación de estar frente a un personaje humano. Sin embargo el público puede percatarse sin dificultad que el tratamiento de este aspecto no es todo lo profundo que debería, por lo que el pretencioso camino de la historia del Mesías Robótico se ve lapidado en beneficio de la acción.

Alex Proyas no sólo concede a la película su característica ambientación, sino que conduce al espectador a través de una interesantísima primera hora de temática policíaca, para dar rienda suelta en el momento justo a una acción trepidante marcada por los enfrentamientos entre humanos y máquinas, que son menos cruentos que en otras películas (como Terminator) pero no le van a la zaga en espectacularidad. Proyas se percata del tinte cargado de vacías pretensiones que desde el guión se pretendía dar a la historia, y la lleva sabiamente al camino del entretenimiento de calidad. El australiano es sin duda el mayor factor positivo de Yo, Robot.

Por si eso fuera poco, cuenta como líder de su equipo de actores con el comercial Will Smith, que repite en uno de esos papeles en los que confiesa que hace de sí mismo. El policía al que da vida suma a su odio hacia los robots, un oscuro pasado y una personalidad chulesca, aunque su carisma no tarda en conquistar al público, que no tarda en reír sus gracias y compartir sus avatares. En su compañía, una doctora experta en el comportamiento de las máquinas intentará ayudar al detective en su enrevesado caso. Bridget Moynahan se mete en el papel de una psicóloga autosuficiente y tan fría como las máquinas que fabrica, pero que afortunadamente empieza a albergar dudas acerca de la infalibilidad de su obra. Moynahan hace un trabajo notable y suma un punto más en su propia cruzada que intenta reivindicar que no todas las ex – modelos metidas a actrices tienen su único talento en su privilegiado físico.

Como ya hiciera con el score de la tercera entrega de Terminator, Marco Beltrami tira de su característico repertorio musical para crear una banda sonora meramente ambiental, que cumple con maestría el principal cometido de acompañar las escenas de la película. Ritmos enérgicos combinados con temas de mayor cadencia que acentúan el halo de misterio de la primera hora. Sin embargo se echan en falta la presencia de melodías diferenciables que podían haber dotado a la película de un tema sonoro característico.

O.K.: -La sabia orientación que Alex Proyas ha conferido al guión de la película.
-Los conseguidos efectos especiales.
-La oscura ambientación característica del director australiano.
-La lograda trama detectivesca.

K.O.: -Que no haya podido llegar a ser más que un brillante entretenimiento.


Conclusión: Película recomendable, que no imprescindible, que garantiza un cuidado entretenimiento, pero que puede deja el regustillo de haber llegado a ser mucho más. La sombra de Deckard es aún muy alargada.
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domingo, octubre 02, 2005

La Terminal

LA TERMINAL (THE TERMINAL, EEUU 2004, Drama, 125 Minutos)
Dirección:
Steven Spielberg.
Guión: Andrew Niccol, Jeff Nathanson, Sacha Gervasi.
Reparto: Tom Hanks, Catherine Zeta-Jones, Stanley Tucci, Diego Luna, Chi McBride, Zoe Saldana, Eddy Jones, Kumar Pallana, Michel Nouri.
Música: John Williams.

Valoración: 6/10

Para una generación que ha crecido viendo al doctor Jones correr frente a una enorme roca y al profesor Grant huyendo de unos reptiles prehistóricos; que se ha horrorizado con el holocausto nazi y que ha contemplado el terrorífico espectáculo de la guerra en las playas de Normandía, Steven Spielberg es poco menos que un mito, una leyenda, una luz incandescente que cada cierto tiempo ilumina la oscuridad de las salas de cine.

Sin embargo, a pesar de este halo casi divino que algunos colocan a Steven Spielberg, una legión de detractores casi tan numerosa como sus partidarios no duda en criticar continuamente al monarca de Hollywood. Cierto es que parte de estos duros críticos se han subido al carro por puro esnobismo, siguiendo la moda de dañar al que se supone el mejor, en un ansia de ser portadores de una verdad que revele la oculta naturaleza del director a los iletrados en el convulso mundo de la cinematografía.

Otros, de expectativas menos mesiánicas, no han visto inconveniente en ponderar las virtudes del realizador, poseedor de un talento narrativo extraordinario que ha sabido combinar acertadamente con una privilegiada visión comercial. Spielberg tiene en su imaginación su mayor punto a favor, y ha convertido merecidamente su nombre en un icono del entretenimiento. Pero como persona humana que es no llega a ganarse el adjetivo de la perfección, y los más suspicaces han atacado una y otra vez por su punto más débil. Aunque Spielberg ha cargado a sus obras con notables toques de crítica e incluso de pesimismo, el americano siente la necesidad de regalar al público un granito de alegría que le haga tener la sensación de que el mundo no es tan malo como parece, que aún hay gente bondadosa y que tras la tormenta sale el arco iris.

Spielberg repite, tras Atrápame si Puedes, con una tragicomedia moderna que tan buen resultado de público (habitual en su cine) y de crítica le brindó con la película protagonizada por Di Caprio y Hanks. Tom Hanks es ahora el protagonista absoluto de La Terminal, en la que encarna a Víctor Naborsky, un viajero que debido a un golpe de estado en su país de origen, se ve atrapado por cuestiones burocráticas en el aeropuerto de Nueva York. Allí se las tendrá que ingeniar para sobrevivir y buscar una salida a su poco común situación.

A priori lo que todo el mundo se preguntaba es cómo se conseguiría mantener el interés ante la dificultad de contar con un solo escenario, pero afortunadamente se le ha conseguido sacar el mejor partido, creando un gran número de situaciones cotidianas pero chocantes debido a su contexto. Aspectos habituales como comer, dormir o buscar trabajo cobran un especial interés gracias a lo extraordinario de la situación de su protagonista.

Spielberg ha sabido mostrar además la soledad que siente Naborsky entre la enorme multitud de gente que cruza la terminal, comparándolo con los momentos en los que en la calma tras bambalinas del aeropuerto encuentra compañía entre sus particulares amigos. Incluso incide en el tratamiento deshumanizado que la burocracia da a las personas, a las que confiere la misma importancia que a un número, un documento o un formulario.

Se ha decidido encima ceder el peso global de la película a Tom Hanks, que conduce sin dificultades la película por el camino más conveniente, aunque arrastra en demasía la visión que en la mayoría de películas americanas se da de los extranjeros. Naborsky es pobre, despistado, bondadoso hasta la estupidez y su ingenio sólo despierta cuando el hambre acecha. En contra de la desbordante humanidad del viajero, se nos muestra la frialdad del funcionario americano, suspicaz y meticuloso en su trabajo más pendiente, eso sí, de su propia promoción que del bienestar de los que le rodean. Stanley Tucci realiza un trabajo brillante como antítesis de Hanks, creando un villano verosímil de motivaciones lamentablemente habituales.

La pena es que es la tercera en discordia, Catherine Zeta-Jones, la que destroza la película, no por su trabajo (incuestionable) sino por el papel en sí. La galesa trata de sacar lo mejor a la parte que la toca desempeñar, pero su personaje no viene a cuento en la trama, las escenas en las que se ve envuelto son tópicas y de diálogos vacíos y, por si fuera poco, deja una impresión lamentable de las azafatas, a las que tacha continuamente de egoístas busconas ansiosas de sexo incapaces de dar el más mínimo vestigio de amor.

Es en esta parte de la película metida con calzador, donde Spielberg intenta dejar en el público una dulce impresión, demasiado amable y cargada de azúcar. El deseo de conmover se queda esta vez en un pobre intento, ya que para conseguirlo hay que hilar muy fino y el realizador juega muy por debajo de su nivel. El público se huele de inmediato por donde van los tiros y la supuesta historia de amor pierde todo el interés. Todas las buenas impresiones que había dejado la película y el sobresaliente trabajo del director se van al traste en el momento en que se da una inmerecida importancia al romance entre Hanks y Zeta-Jones.

Como es habitual en las películas de Spielberg, es John Williams el encargado de la música. Al igual que su eterno compañero, la composición que realiza es muy semejante a la de su anterior trabajo juntos, Atrápame si Puedes. Williams tira menos del jazz y crea un trabajo notable, pero lejos del nivel que demostró este mismo año con Harry Potter. Muy por debajo del habitual sonido al que nos ha malacostumbrado el genial compositor.

O.K.: -La capacidad narrativa de Spielberg, un nivel por encima de la mayoría.
-El aprovechamiento del escenario y de los ilimitados personajes que lo pueblan.
-El buen trabajo de Hanks y Tucci.
-La escena de “la cabra”, que contrapone el bondadoso altruismo del extranjero con la desconfiada frialdad del americano.
-Que en el fondo sea un relato contra la burocracia deshumanizada, la xenofobia y la soberbia.

K.O.: -El personaje interpretado por Catherine Zeta-Jones, que destroza totalmente la película.
-El exceso de azúcar en una historia de amor no apta para diabéticos.
-Que una y otra vez Spielberg caiga en su habitual error de intentar contentar al público, aún a costa de sacrificar el buen trabajo anterior.

Conclusión: Los más críticos con Steven Spielberg se habrán frotado las manos al contemplar una clara muestra de la peor cara del director, que al no conseguir conferir a la película un tono más crítico y ácido, la llena de tanto caramelo que empalaga. Aún así, una vez más se demuestra que, sin entrar a juzgar el resultado global, el apartado técnico y narrativo es excepcional. Sus próximos trabajos suenan prometedores y sin duda en ellos Spielberg mostrará su auténtica naturaleza: la de una leyenda.
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sábado, septiembre 24, 2005

Spider-Man 2

SPIDER-MAN 2 (EEUU, 2004, Acción – Drama.)
Dirección:
Sam Raimi.
Guión: Alvin Sargent, Michael Chabon.
Reparto: Tobey Maguire, Kirsten Dunst, Alfred Molina, James Franco, Elizabeth Banks, Rosemary Harris, Dylan Baker.
Música: Danny Elfman.

Valoración: 8/10

Un bar. Los camareros se mueven tranquilamente entre las mesas, sirviendo y recogiendo vasos y tazas con experimentada maestría. Los clientes apuran su bebida saboreando un fugaz momento de paz entre el voraz ajetreo de la jornada. En una de las mesas cercana al escaparate, una joven pareja conversa apasionadamente sin que el sonido de las conversaciones, del tintineante entrechocar de los recipientes para bebidas, del tráfico que circula al otro lado del cristal, les distraiga el uno del otro. Llegado un momento, la joven se inclina buscando un beso que nunca llegará, ya que rompiendo ese instante cotidiano, habitual, un coche atraviesa con violencia el fino cristal de la ventana.

Ya desde el conocido trailer, Sam Raimi muestra sin rubor sus intenciones. Para el universo arácnido creado por el realizador americano, ésta bien podría ser la escena definitoria de la orientación que ha deseado conferir a su héroe. Lejos de tapaderas cobardes Raimi enseña desde el comienzo lo que se va a visionar: una película llena de efectos especiales, acción trepidante y malignos enemigos, sí, pero además un profundo análisis del superhéroe y de las vicisitudes por las que atraviesa, sumido en un conflicto entre sus dos identidades: la humana y la heroica.

Raimi recoge al público tras un descanso de dos años para continuar la historia que dejó abierta con el final de la primera parte. Obviando presentaciones (salvo los magníficos créditos obra del genial Alex Ross), se sumerge sin demora en la historia, dotando a la película de su evidente naturaleza de secuela. Desde el comienzo aborda la trama con un Peter Parker agobiado por su alter ego, que no hace más que complicarle la vida a su aspecto humano. Parker empieza a preguntarse los motivos que le impulsan a vestir la máscara cuando su esfuerzo queda siempre sin recompensa, es vapuleado continuamente por los medios, pierde su trabajo, se retrasa en sus estudios, es más pobre que las ratas, se aleja irremediablemente de la mujer a la que ama y en definitiva, es derrotado continuamente por los avatares de una vida que es incapaz de controlar.

Sin embargo, aparte de motivaciones psicológicas y dramas internos, Spider-man 2 es eminentemente una película de acción, plagada de escenas que discurren al veloz ritmo con el que el carismático “arácnido” se desplaza por las alturas de la ciudad de Nueva York. El vigilante, dejando de lado dantescos duendes verdosos, se enfrenta esta vez a un otrora bondadoso y respetado científico convertido por atroces circunstancias en un malvado Doctor Octopus, sumido en una locura causada por las mecánicas extremidades que controla y por las que es, desgraciadamente, controlado.

Obviamente son estas escenas de combate, junto con la fama del icónico protagonista, el mayor tirón comercial de la película que, gracias a su enorme efectismo visual, es capaz de captar de manera contundente la atención del espectador. Sin embargo Raimi, desde su condición de fan, no ha querido olvidar a los seguidores del cómic y profundiza en la personalidad indecisa de Parker situando escenas entre la acción en las que el joven intenta tomar una decisión que tiene una sola y clara respuesta. Como ya se vio en el trailer, Parker elige ser él mismo olvidando a Spider-man. Peter Parker quiere volver a ser sólo un humano normal y tomar las riendas de su vida.

Pero desde su punto de partida la decisión es errónea y Peter deberá asumir la responsabilidad que conlleva su magnífico don, y no ignorarlo como ya hizo tiempo atrás con fatales consecuencias. Este conflicto es el motor de la película: la decisión que deberá tomar Peter Parker le llevará a dejar de lado su egoísmo (ligado de forma permanente al ser humano) y usar su don para beneficio de los demás, o a olvidar el héroe que un día fue y llevar de nuevo una vida normal.

Raimi lleva con pulso firme el timón de la película en una magnífica combinación de escenas de acción salvaje y pausadas conversaciones, creando eso sí, duras alteraciones en el ritmo del filme que pueden (y deben) ser perdonadas. En cambio contrasta este buen hacer con momentos que, sin negar su efectivo tono cómico, no acaban de encajar con la atmósfera que se persigue, como los “minutos musicales” de Peter camino a la universidad sin sus gafas de concha, el canturreo en plena calle de la conocida melodía de la serie televisiva, el surrealista descenso en el lujoso montacargas o la huída final de Mary Jane que habrá provocado la nostálgica envidia de la encasillada Julia Roberts. Desde algún punto de vista puede contemplarse como un intento de definir la naturaleza de Parker en su vertiente más humana, pero partes del guión como la sub trama de la vecina o la súbita relación de MJ con el astronauta no acaban de encajar en el conjunto.

Tobey Maguire se vuelve a meter en las mallas del trepamuros después de haber participado en la nominadísima Seabiscuit. Aunque parece que el joven parece abocado a interpretar eternamente papeles de adolescente confuso, se ha ganado a pulso el que ya nadie imagine otra cara para dar vida al hombre araña. Fieles escuderos del protagonista son sus acompañantes de cartel, liderados por la veterana (a pesar de su juventud) Kirsten Dunst, la convincente versatilidad de Alfred Molina y James Franco, enemigo humano pero temible del protagonista.

Danny Elfman se ha convertido gracias a su insistencia en el compositor por excelencia de música de superhéroes. Comenzó con el Batman de su inseparable Tim Burton, y tras la música de la primera parte de Spider-man se atrevió con una valiente mezcla de melodías arábigas para Hulk. Sin embargo Elfman no aporta nada nuevo al score de la franquicia y repite temas marcados por su estilo propio claramente definido por la fuerza sonora, acompañamiento ideal para la acción.

O.K.: -La evidente admiración que siente Raimi por el personaje.
-La buena labor de la dirección, que sobresale en las escenas de acción.
-Los créditos iniciales, una nueva obra de arte del maestro Alex Ross.
-Los magníficos efectos especiales, que transportan al público entre los rascacielos de Nueva York al mismo ritmo que el protagonista.
-Que aborde desde lo cotidiano una historia que asciende hasta lo heroico.
-El motor de la historia, que no es otro que la incertidumbre de un personaje humano abrumado por la responsabilidad que ha adquirido.
-La épica palpable en momentos puntuales del metraje. (Las anónimas manos salvadoras en el tren, con el héroe convertido en víctima).
-El buen trabajo de un reparto consolidado, incuestionable ya en sus papeles.
-Que represente la auténtica esencia que debería estar presente en toda película del género.

K.O.: -La brusquedad con la que comienzan algunas escenas.
-Que parte de la historia parezca no venir a cuento y que amenace, según como se mire, con romper la atmósfera.

Conclusión: Excelente secuela que contentará a los seguidores del personaje y que no decepcionará por su espectacularidad a los paganos. Buen análisis de la figura del superhéroe que además entretiene y emociona. Una vez más Raimi ha sabido crear un Spider-man que atrapa al público en sus, cada vez más millonarias, redes.
Lée esta y otras críticas en Zona Negativa.

El Rey Arturo

EL REY ARTURO (KING ARTHUR, EEUU - Irlanda, 2004 Épica, 130 minutos)
Dirección:
Antoine Fuqua.
Guión: David Franzoni.
Reparto: Clive Owen, Keira Knightley, Ioan Gruffudd, Stellan Skaargard, Stephen Dillane, Ray Winstone, Til Schweiger, Mads Mikkelsen, Ken Scott, Hugh Dancy, Ray Stevenson, Joel Edgerton.
Música: Hans Zimmer.

Valoración: 6/10


El Rey Arturo. Esto nos suena ¿no?. Claro, sólo tenemos que hacer un ejercicio de memoria durante unos segundos y saltarán a nuestra mente montones de versiones de la leyenda artúrica, como por ejemplo la cruenta Excalibur con el Carmina Burana dando caña desde el fondo, la paródica versión de la corte de Camelot creada por los Monty Python o las maquetitas del Primer Caballero con un maduro Arturo encarnado por Sean Connery. Por no mencionar la multitud de filmes del estilo “nosequién en la corte del Rey Arturo” que han llevado a personajes del calibre de Whoopi Goldberg o Martin Lawrence hacia las tierras del medievo britano.

Comprensiblemente, con esta muchedumbre de antecedentes es muy complicado crear una nueva visión de la leyenda que le garantice a la película una identidad propia sin beber directamente de las anteriores. El problema se solucionó en cuanto el productor superstar Jerry Bruckheimer vio en una nueva revisión histórica del mito británico la excusa perfecta para dotar a su filme de unas características ausentes en todos sus antecesores. Según esta teoría, la leyenda del Rey Arturo estaría basada en hechos reales ocurridos siglos antes de que Chretién de Troyes escribiera su famoso libro. En esta época Britania era una provincia del Imperio Romano dirigida por un virrey – gobernador, mitad romano mitad britano, llamado Artorius, hombre de firmes creencias religiosas y renombrado guerrero. Este sería además el comandante de un grupo de caballeros sármatas que luchaban del bando romano para saldar una deuda histórica contraída por sus antepasados.

No conforme con tan atractiva premisa, radicalmente distinta a todo lo visto hasta ahora en lo referente al personaje, y seguramente con la intención de adaptarse a los tiempos modernos, se nos muestra a un Merlín señor de los Pictos muy alejado de su mítico papel de sabio consejero, a la frágil y dulce Ginebra convertida en una guerrera berserk que combina a partes iguales el valor bélico y la sensualidad, y a un invasor Sajón malo malísimo que hace olvidar que en las películas de antaño los sajones eran los bondadosos paladines que luchaban contra los pérfidos normandos. Por supuesto no podían faltar los valerosos caballeros de la Mesa Redonda, ya en las postrimerías de su gloria, dotados con cualidades dignas de un videojuego de rol: uno es el infalible arquero cuya compañía es una bella rapaz, otro es un promiscuo galán que da muerte a sus enemigos manejando con destreza dos espadas... Y no faltan el fortachón de rudas maneras y lenguaje malsonante, el gigante de feroz apariencia pero de buenos sentimientos y el bondadoso joven lanzador de hachas.

Dicho así puede sonar ridículo, pero para hacer honor a la verdad lo cierto es que absolutamente todo cuadra con lo que exige la película, que explota de manera acertada un potente realismo visual creando un conjunto atractivo y cuidado en el que cada personaje tiene el peso que merece. Fuqua aprovecha sabiamente en la dirección el soberbio trabajo del equipo técnico y de producción, mejorando sustancialmente en su papel de storyteller respecto a su anterior trabajo, Lágrimas del Sol, que daba directamente ganas de llorar. El realizador de la magnífica Training Day se desenvuelve sin dificultades en las escenas de combate, en las que se agradece su prudencia a la hora de manejar la cámara, que permite al espectador contemplar las batallas sin el temor de perderse varias tomas si en ese momento tiene la necesidad de parpadear.

Clive Owen es el encargado de dar vida al famoso monarca. Cierto es que Owen no es un actor conocido por la mayoría del público y que este es su primer papel protagonista tras dar la réplica a Angelina Jolie en Amar Peligrosamente. El actor británico ha participado como secundario en grandes películas como El Caso Bourne y Gosford Park y tuvo el tino de protagonizar The Hire, un proyecto publicitario poco común en el que la marca alemana BMW reunía a directores de la fama de Ang Lee, Tony Scott, Guy Ritchie, Joe Carnahan, John Woo, Alejandro González Iñárritu o el desaparecido John Frankenheimer para realizar una serie de cortos de acción con repartos impresionantes y cuyo protagonista absoluto (aparte de los automóviles) era Clive Owen.

El hecho de ser el rostro publicitario de una conocida marca, el record de descargas de los cortos desde la web y el sonar como el próximo James Bond ha ayudado a Owen a sonar entre el gran público. El Rey Arturo supone para el actor un gran empujón mediático, pero en el aspecto interpretativo Owen aprovecha en demasía su poderosa presencia física para crear un héroe excesivamente hierático e inexpresivo. Próximamente tendrá la oportunidad de resarcirse en Closer (Mike Nichols) con Julia Roberts, Jude Law y Natalie Portman; y Sin City (Robert Rodríguez, Frank Miller, Quentin Tarantino), que cuenta con un reparto de lujo plagado de caras conocidas.

El protagonismo femenino cae en las manos de Keira Knightley. Al igual que Owen, la joven británica (19 años) es aún una gran desconocida para el público español, pero sigue ascendiendo de forma meteórica en su carrera. El nombre de Keira ha estado inevitablemente ligado al de Natalie Portman, otra joven y prometedora actriz sobre la que la inglesa es continuamente interpelada debido a la semejanza de sus rasgos. El sorprendente parecido físico entre ambas llevó a George Lucas a colocar a la británica interpretando a la Reina Amidala en su Episodio I, al tiempo que la israelí acaparaba el protagonismo en el papel de su alter ego Padme. Mientras que Portman se convirtió en un fetiche galáctico para los millones de seguidores de la saga, Knightley pasó tan desapercibida como su personaje.

Tuvo que ser una comedia social británica, Quiero Ser Como Beckham, la que lanzara a la talentosa joven a la fama, que consolidó el verano pasado con otra superproducción de Jerry Bruckheimer, Piratas del Caribe. Es obvio que las carreras de Keira y Natalie llevan rumbos muy distintos. Mientras que Portman elige sus papeles por puro interés artístico, Knightley centra su atención en superproducciones comerciales, en una sabia estrategia para afianzarse en el traicionero terreno de la fama. En el Rey Arturo da vida a una Ginebra combativa, en un papel cuya gran exigencia física no ha sido un problema para Knightley, experimentada tiradora con arco, amazona y nadadora, que no puso reparos en pasar por el duro entrenamiento al que tuvo que hacer frente el reparto y que incluía el boxeo y el manejo de armas medievales. Curiosamente, al igual que sus dos compañeros de cartel, Keira sonó para la nueva película de 007 en la que se convertiría en la chica Bond más joven de la historia. Lejos de conjeturas, lo próximo es The Jacket junto con Adrien Brody, película a priori totalmente distinta de lo que ha hecho hasta ahora.

El reparto, que a primera vista puede no resultar muy atractivo, sorprende al tener como secundarios a Stellan Skaarsgard (Ronin, Dogville), magnífico actor escandinavo que da vida con tino al malvado invasor sajón antes de dedicarse por completo a la precuela de El Exorcista. Stephen Dillane (Las Horas, Spy Game) es Merlín, que pasa desapercibido al acaparar un protagonismo infinitamente menor al que le otorga la leyenda clásica. De Lancelot se encarga Ioan Gruffudd (Black Hawk Derribado, Titanic), otro joven que ha saltado a la palestra tras sonar al igual que Owen (y Jude Law, y Eric Bana, e Ewan McGregor, y Christian Bale...) para el puesto del agente 007 y por haber firmado para la adaptación de los 4F junto a Jessica Alba y Michael Chiklis. El Lanzarote de Gruffudd es un galán chulesco que casa a la perfección con lo que se espera del personaje en esta nueva visión, pero que resulta ser al final mejor amigo de lo que se le supone.

Nada más y nada menos que Hans Zimmer se encarga de la música. El oscarizado compositor ha marcado época con un estilo propio que conoció su cumbre artística con el Rey León, La Casa de los Espíritus, La Delgada Línea Roja o Gladiator. Lamentablemente Zimmer está más pendiente ahora de su factoría musical que de su propia carrera como compositor. Tras crear la notable banda sonora de El Último Samurai, su nivel decae sensiblemente en este Rey Arturo, en el que evoca éxitos propios anteriores con una bella melodía pero que ya suena a vieja. Momento de transición para uno de los mejores músicos de Hollywood.


O.K.: -La moderna visión de la leyenda, totalmente distinta a lo visto anteriormente.
-El correcto trabajo de Antoine Fuqua, del que a pesar de todo siempre se espera más tras el gran nivel demostrado en Training Day.
-El realismo visual de maquillaje, vestuario, escenarios y fotografía, máximo benefactor de la película. Un sobresaliente para la producción, que si ha reparado en gastos ha tenido la habilidad de que no repercuta en el resultado final.
-Las batallas, que demuestran una acción alejada del frenetismo de moda en la mayoría de las superproducciones del género.
-La valentía de la producción a la hora de ceder el peso del protagonismo a un trío de intérpretes en plena evolución.
-Momentos sobresalientes como el conmovedor comienzo, la soledad de Arturo en la Mesa Redonda, la batalla sobre el hielo y el vuelo del halcón.

K.O.: -Sus esfuerzos nada sutiles por conmover con arengas libertarias y sangrientos traumas infantiles.
-Una parte de la trama metida con calzador, con situaciones y personajes fuera de contexto. Franzoni, guionista de también de Gladiator, parece no haber bajado aún de la nube.
-Que tras todas las molestias que se han tomado para dotar a la película de una identidad propia y diferenciada de todas las adaptaciones anteriores, se caiga continuamente en tópicos y referencias a éxitos pasados.

Conclusión: Resulta sorprendente que tras el notable esfuerzo por evitar caer en situaciones de damas del lago, sabios magos, malignas brujas, esposas infieles o amigos traicioneros, conocidas ya por todos, se haya tirado de una ridícula defensa de la libertad como hilo conductor. El deseo de conmover al público es evidente y loable, pero resulta cansado que cualquier producción épica tire de arengas y diálogos sobre un concepto elevado, pero que corre el riesgo de desgastarse de tanto nombrarlo. El querer convertir al héroe propio en defensor máximo de la libertad es un ejercicio de prepotencia, que si no es llevado con sutilidad y franqueza es raro que funcione.

El Rey Arturo es un digno producto que proporciona un entretenimiento de calidad, pero que cae en todos sus apartados en continuos tópicos que funcionaron por novedosos en producciones anteriores, pero que bien vendría renovarlos. Lástima que las grandes pretensiones con las que arrancaba el film se queden por tierra. De todos modos, se augura un gran éxito en taquilla que le consolide como una de las grandes superproducciones en uno de los veranos con mayor competencia de los últimos años.
Lée esta y otras críticas en Zona Negativa.

lunes, septiembre 12, 2005

Shrek 2

SHREK 2 (EEUU, 2004 Animación / Aventuras)
Dirección:
Andrew Adamson, Kelly Asbury y Conrad Vernon
Guión: William Steig, J.David Stem, Joe Stillman, David N. Weiss
Doblaje: Mike Myers (Shrek), Cameron Díaz (Fiona), Eddie Murphy (Asno), Antonio Banderas (Gato con Botas), John Cleese (Rey Harold), Julie Andrews (Reina Lillian), Rupert Everett (Príncipe Encantador), Jennifer Saunders (Hada Madrina).
Música: Harry Gregson - Williams

Valoración: 8/10

Me ha pasado. Lo reconozco. Tal vez sea algo relacionado con una maldad oculta pero no lo puedo evitar. Muchas veces, delante de una pantalla he visto al héroe carismático, valiente, heroico y molón y yo, lo confieso, he deseado que perdiera. He ansiado con todas mis fuerzas ver al príncipe devorado por el dragón, al policía burlado por el ladrón, a los masillas y a aquel tío de la armadura dorada saltando sobre los cadáveres de los Power Rangers.

Llega un momento en el que uno se pregunta por qué motivo el bueno se tiene que quedar siempre con la bella heroína, por qué el malo siempre pierde de la forma más absurda y la alteración genética que hace que los buenos sean siempre guapísimos y los malos bestias deformes. Vale que sea cuestión de tirón comercial, de cuadrar los guiones con un final que guste al público y que el malo se merece lo que le pase; pero la gente se empieza a cansar del mismo cuento de siempre.

El cine ha explotado desde siempre estas premisas y tal vez el género que más lo haya usado sea la animación. Desde siempre los protagonistas de los dibujos animados (basados la mayoría en fábulas, cuentos y leyendas) han sido aguerridos caballeros, bellas princesas o graciosos animalillos que se veían obligados a superar sus miedos y taras para vencer al horrible malo malísimo. La moraleja final estaba siempre presente y era del tipo “enfréntate a tus miedos”, “unidos los conseguiréis” o “con música todo sale mejor”.

Pero los tiempos cambian, y alguien en Disney se dio cuenta de la necesidad de un cambio inmediato. La línea tenía que cambiar y la presión añadida de las nuevas tecnologías de animación mostraba un camino claro: Pixar. Disney había salvado los muebles gracias a la épica del Rey León, pero salvo excepciones (Mulán, Atlantis) ha seguido produciendo hasta la fecha lo mismo de siempre. Así que dieron manga ancha a los estudios de animación digital de Pixar y se sentaron a ver qué pasaba. Y resultó que la cosa funcionó a la primera y Toy Story se convirtió en un taquillazo.

Disney era feliz y convirtió a Pixar en la joya de la corona de los estudios. Cada película que han hecho ha sido un éxito, el último Buscando a Nemo, ganadora de un Oscar. Sin embargo, a pesar de la ironía y el buen hacer de los chicos nuevos, era imposible que aquello no emanara el auténtico olor a Disney. La gente acudía al cine y salía satisfecha, pero ¿por qué no probar un giro más? ¿algo aún más “diferente”?. Pero ¿tendría Disney el valor de dar la espalda a años de tradición? Y entre tanto, mientras los chicos del difunto Walt seguían pensándoselo, apareció Dreamworks.

Si de algo no se puede culpar a la factoría del señor Spielberg y compañía, es de falta de competitividad o calidad. Si echamos la vista atrás, este ha sido el único año desde su fundación en el que una de sus películas no ha estado nominada al oscar más ansiado. De modo que Dreamworks tenía el talento, el potencial y las ganas de robarle la cartera de la animación a los de Disney. Primero lo probaron con la animación tradicional (El Príncipe de Egipto) pero finalmente se decantaron por un mercado en expansión: la animación digital. Sin embargo lo que ha marcado la diferencia no ha sido la técnica, sino la idea.

Dreamworks decidió arriesgarse y dar la vuelta de rosca que la Disney se negaba a dar: cogió todos aquellos cuentos que a todos nos han leído de pequeños y les dio un lavado de imagen que no los reconocía ni el hermano Grimm que los parió: colocó como protagonista indiscutible a un horrible y malhumorado ogro verde, a una princesa de duro carácter e iguales maneras, a un burro inseguro y plasta y como enemigo a un rey de cuento que no es lo que parece. Y funcionó. Taquillazo, oscar y buenas críticas.

Seguramente ahora, unos años después del primer Shrek, Dreamworks planee repetir éxito. Por ahora la secuela está batiendo todos los records de taquilla, y sólo falta ver como responde en nuestro país. Tal vez alguien se temiera que los creadores de la primera mitad vendieran su alma al diablo y perdiera su identidad en esta segunda parte, pero nada más lejos de la realidad.

La película arranca donde terminaba su predecesora: Shrek y Fiona están felizmente casados disfrutando de su luna de miel, cuando un mensaje de los padres de la novia, reyes de Un País Muy Muy Lejano, reclaman la presencia de la nueva pareja. Los dos ogros, acompañados por Asno, deberán comenzar un viaje hacia el reino para presentarse como marido y mujer ante la corte. El problema es que nadie conoce el nuevo aspecto de la otrora bella princesa. Ese, una maligna Hada Madrina y un cargante Príncipe Encantador serán los problemas a los que se deberá enfrentar el bueno de Shrek.

A primera vista el argumento no es muy llamativo, pero para hacerlo más atractivo no faltan en ningún momento las acertadas parodias a películas y programas de éxito, los diálogos hilarantes, las escenas de acción dignas de la mejor película de aventuras, la visión imprescindible de las fábulas clásicas, y cómo no, la moraleja final. Tal vez sea este el único momento en el que la película pierde su auténtica identidad y tiende hacia algo más políticamente correcto.

En contraste, el punto más fuerte de la película es la inclusión entre los personajes principales del Gato con Botas. En Shrek, el felino es un asesino a sueldo contratado para acabar con el ogro. El personaje esta plagado de picaresca y carisma y pide a voces su propio spin off. Le presta la voz, tanto en la versión original como en la doblada, nuestro compatriota Antonio Banderas. Banderas se decanta en la versión americana por un acento latino para su personaje, que aquí transforma en andaluz.

La dirección corre a cargo de tres realizadores, (destaca Adamson)que completan un buen trabajo. Acertadísimo ritmo, narrativa perfecta con una ambientación genial y escenarios plagados de detalles ocultos a primera vista. Puede que se repitan en algunos planos y travellings, pero aprovechan a la perfección la ventaja física que supone dirigir una película de animación frente a una “real”. Del guión se ocupa un equipo de cuatro escritores, al que tal vez haya que culpar de abusar en demasía de la parodia, pero es que precisamente de ello va la película. El guión es sencillo pero efectivo, justo lo que la película necesita.

Otro punto a favor de Shrek 2 es la música. Harry Gregson Williams, compositor de Spy Game, Simbad, Veronica Guerin o la saga de videojuegos Metal Gear Solid, se apoya perfectamente en el magnífico score de la primera parte para crear los temas de esta segunda. Williams se esfuerza en demostrar en cada uno de sus trabajos que ser moderno no significa rechazar de plano melodías clásicas. Un compositor a seguir. Sin embargo la música orquestada no es la única que ambienta el filme, y el equipo se ha encargado de reunir unos temas de pop y rock que acentúan el carácter renovador de la franquicia y que acompañan las escenas a la perfección.

O.K.: -Que sea capaz de mantener su identidad renovadora, rebelde y gamberra.
-El gran trabajo de la dirección y del equipo encargado de la animación, plagada de detalles.
-El doblaje, en ambas versiones.
-El conjunto de los personajes.
-La música, tanto el score de Williams como las canciones seleccionadas para formar parte de la banda sonora, acompañamiento perfecto para la película.
-El gran entretenimiento que ofrece para todo tipo de público.
-Las sobresalientes escenas de acción.
-Los continuos golpes de humor que dan al filme un toque de comedia no exento de mensaje.
-El Gato con Botas, personaje supremo de la película.

K.O: -El poco protagonismo de Fiona respecto a la anterior.
-La moralina del final más característica de otros estudios. Sobraba.

Conclusión: Es cierto que Shrek 2 no supera en ningún momento a su predecesora, pero la calidad y la revolución que supuso la primera parte son difíciles de igualar. Aunque en cualquier comparación objetiva la 2 salga perdiendo, ofrece al espectador un entretenimiento cargado de acción, aventuras, humor y un pelín de mala leche. Y sobre todo ello enseña a los más pequeños cómo debe ser una historia de amor verdadero: un amor sin condiciones.
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El Castigador

EL CASTIGADOR (THE PUNISHER, EEUU – Alemania 2004, Acción)
Dirección y Guión :
Jonathan Hensleigh
Reparto: Thomas Jane, Rebecca Romjn, John Travolta, Laura Elena Harring, Samantha Mathis, Willa Patton.
Música: Carlo Siliotto.

Valoración: 5/10

Recuerda uno al ver el Castigador, aquellas películas de los años 70 y 80 en las que Charles Bronson, encarnando siempre a un heroico policía retirado, volvía al barrio donde había vivido una tranquila infancia para verlo convertido en un territorio de bandas de delincuentes, policías acomodados y vecinos llenos de miedo. Era entonces cuando Bronson volvía a abrir la caja donde reposaba su vieja arma reglamentaria, recuerdo de tiempos mejores, y convertía la violencia en un método para aplicar su propia justicia.

Salía Charlie a la calle con su rostro impertérrito y comenzaba a vaciar cargadores contra todo aquello que tuviera pinta de malhechor, soltaba un par de frases que dejaban bien claro su poca predisposición a que le tocaran más las narices y expulsaba por fin a todos los sinvergüenzas de un barrio lleno de gente honrada. Era en ese momento precedente al final cuando, lejos ya de medidas anti constitucionales, se nos develaba la verdadera naturaleza del personaje: un hombre que ha hecho de la venganza un motivo para vivir, un sentido para su existencia que es incapaz de abandonar.

Dicen que la destrucción de los rebeldes llegará el día en que consigan aquello por lo que luchan, y lo mismo pasa con los vengadores. Es la venganza el único motivo que llena su vida, encerrándolo en un círculo de eterna violencia como única solución al vacío vital en el que le ha sumido la pérdida de sus seres más queridos. Es la destrucción de sus enemigos la única excusa que evita su propia ansia auto destructiva causada por unos remordimientos de culpabilidad: El propio vengador es su peor enemigo, y la venganza una droga que no puede abandonar. ¿Pero qué pasa cuando ya no queda nadie de quien vengarse? ¿Qué sucede cuando ha alcanzado su objetivo? Lo que ocurre es que después de la venganza, llega el castigo.

¿Qué diferencia entonces al Castigador del resto de personajes con las mismas motivaciones? Pues nada más y nada menos que Castle es (o al menos se supone) un superhéroe. Desde que Richard Donner (Arma Letal, Timeline) dirigiera la adaptación a la gran pantalla de un auténtico icono como es Superman, muchas han sido las producciones basadas en cómics. Tras el gran bajón de calidad que supuso la avalancha de imitadores de la obra de Donner, de las cuales muchas acabaron apareciendo directamente en VHS, Tim Burton recuperó por la puerta grande el género con dos grandes películas dedicadas a un personaje tan atractivo y conocido como Batman. Si bien las dos primeras se podrían calificar de excelentes, fueron seguidas por otras dos menos afortunadas, obra del genial (aunque irregular) Joel Schumacher (Tigerland, Última Llamada).

Ya más adelante, el sorprendente éxito de Blade de Stephen Norrington (LXG, sin comentarios), lanzó definitivamente a las productoras a subvencionar proyectos salidos de las viñetas. Además de contar con la presencia de personajes conocidos y seguidos por millones de potenciales espectadores, grandes nombres se vincularon a las películas, creando grandes obras tales como X Men de Brian Synger, Spiderman de Sam Raimi, Hulk de Ang Lee o la magnífica Camino a la Perdición de Sam Mendes (que demuestra que no sólo se adaptan superhéroes). La avalancha de este tipo de cintas ha provocado que los héroes del cómic no se tengan que resguardar en la acción o las aventuras, sino que ha creado un nuevo género superheroico de gran éxito comercial.

Sin embargo ante semejante saturación de este tipo de películas, cabe esperar que no todas alcancen la calidad de las apadrinadas por los virtuosos del celuloide, por lo que por cada buen trabajo que nos deleita, sale otro que hace que se nos lleven los demonios. Ahí están por ejemplo la Liga, Daredevil, Blueberry, o From Hell (buena ambientación creada por los Hughes, pero incomparable a la obra en papel de Moore y Campbell). No cabe duda que se corre un gran riesgo de crear una visión equivocada del venerado tebeo, pero se supone que los remordimientos por el trabajo mal hecho se acallan pronto cuando las productoras ven sus manos repletas de dólares.

De el Castigador se encarga Jonathan Hensleigh (Armaggeddon) y lo hace en un doble aspecto: como guionista experimentado y como director debutante. Hensleigh apoya su texto en la primera etapa de Garth Ennis a cargo del comic, rodeándolo de personajes cotidianos que ven alterada su vida por la llegada del vengador a su bloque de edificios. Sin embargo, al contrario que Ennis, el encargado del filme no explota la vertiente más violenta de Punisher, sino que crea una visión más blanda del personaje, potenciando una versión más carismática y cinematográfica del personaje. Tal vez para aquel que va al cine sin conocer previamente el cómic esta sea una interpretación más adecuada del personaje, pero para los fans del antihéroe supondrá una gran decepción el no contemplar a un Castigador más auténtico.

Para aquel que conozca el comic (y para el que no, lo mismo) el guión será además totalmente previsible. Durante la primera hora se nos presenta al personaje mediante una interpretación bastante libre de la clásica, para pasar en la siguiente hora a la consumación de la venganza. Hensleigh compone además a dos malos de folletín, y lo único destacable del texto es la trampa contra la esposa y el lugarteniente del capo que interpreta Travolta. El resto del guión o bebe de los momentos que ya mostró Ennis en su día o bien homenajea a las películas de acción de los 80.

La dirección no puede calificarse como menos que nostálgica. No se le puede reprochar su intento de recrear momentos en el recuerdo de todos o de intentar crear una ambientación en una época pasada, pero da la impresión de que la película hubiera sido rodada en los 80 y se hubiera distribuido en 2004. Hensleigh no arriesga en absoluto y dedica todos sus esfuerzos en componer un western urbano (sólo hace falta contemplar la escena del duelo en el edificio del dinero) al más puro estilo Harry el Sucio, pero sin llegar a la altura de la suela de los zapatos de Eastwood.

Las escenas de acción, base de la película, carecen de emoción y emanan un hálito de cotidianeidad (que no de realismo), como de andar por casa. Los personajes carecen de la profundidad necesaria para componer una película de este tipo, sobre todo si se quiere hacer dentro del estilo serie B que se ha elegido. Nada destacable en la dirección, que peca de excesiva cobardía y de no haber sido capaz de encontrar el tono adecuado para la película: los momentos en los que intenta despertar la risa fácil tal vez hubieran servido para otra pero no para una adaptación de un personaje tan sombrío como Castle.

Ahogándose en este mar de parodia encontramos a un reparto con cuatro nombres de relumbrón de los que sólo la pareja de villanos es capaz de nadar sobre la superficie de un agua demasiado espesa para Jane y Romjn. Thomas Jane (Deep Blue Sea) acapara todo el protagonismo dando vida al Castigador. Jane intenta crear de la nada un personaje digno, sin darse cuenta del ambiente retro que le rodea, y que aboca su interpretación al fracaso a pesar de sus loables esfuerzos. De Romjn nada se puede sacar y parece que dio su mejor cara en la Femme Fatale de De Palma. Aquí prescinde levemente de su belleza para dar vida a una camarera que se perfila desde su primera aparición como posible pareja romántica del protagonista, sin llegar a ofrecer nada más.

Así que es el reverso tenebroso el que mejor papel hace ya que, tanto como Travolta como Laura Elena Harring (la chica de Mulholland Drive que no es Naomi Watts), se percatan de la orientación de la historia y se esfuerzan por mostrar la cara más irrisoria de sus roles. Ambos se sienten cómodos dando vida a dos malos de manual, por lo que es una lástima que las escenas más cómicas no caigan en ellos, sino en el protagonista, lo que termina por destrozar la película.

Carlo Siliotto se encarga de una partitura que se puede analizar desde dos puntos de vista: o le han encargado expresamente que componga una música así, o el tío es realmente malo. En cualquier caso la música es patética, y el score no pasa de una versión dañada (destrozada) de la banda sonora de La Roca. El disco se tiene que apoyar en canciones de rock para hacerle mínimamente vendible. No se comprende otro motivo, ya que ninguna de ellas aparece en la película.

O.K: -El entretenimiento que ofrece.
-La presencia de nombres de peso en el reparto.
-La escena final, único momento en el que podemos contemplar a un Punisher más auténtico.
-El plan, única sorpresa en un guión plano.
-La pelea contra el Ruso.

K.O: -La cobardía de la dirección, correcta, pero que no aporta nada.
-El tono global de la película, inadecuado para el personaje.
-El excesivo toque retro.
-La banda sonora.
-Que en ningún instante se note el más mínimo aprecio por parte de Hensleigh hacia el personaje.
-La multitud de escenas cómicas (la cancioncita del asesino a sueldo en el bar aspira a ser el nuevo éxito del verano).
-Que amenace en su última escena con una secuela. (No negociamos con terroristas).

Conclusión: El Castigador es una película prescindible, que no aporta nada bueno al fan y que sólo supone un leve entretenimiento para el neófito, que no tiene que sufrir viendo la forma en que destrozan a un personaje venerado. Es además una nueva razón para aquellos que se muestran en contra de las adaptaciones de héroes de cómic a la gran pantalla. Hay aún mucha gente que piensa que los cómics no son más que historias sobre tíos duros en mallas y chicas con cuerpos de escándalo, y películas como esta no contribuyen en absoluto a que cambie su opinión.

Sin embargo el género sigue creciendo y promete la llegada de muchas obras salidas directamente de la viñeta: Hellboy está pendiente de estrenar en España, Catwoman llegará el 8 de Agosto, en Noviembre Pixar mostrará su propia visión del género en The Incredibles, Kevin Smith prepara Green Hornet, Rob Bowman se ha hecho cargo de Elektra, Darren Aronofsky se ha comprometido con Watchmen, y en 2005 Sin City (Robert Rodríguez, Frank Miller, Quentin Tarantino) y Batman Begins (Christopher Nolan), ambas con repartos plagados de estrellas. Y por si fuera poco a la vuelta de la esquina tenemos el estreno de la secuela de Spiderman.

Tal vez una visión más siniestra y oscura habría dado a la película más profundidad y un ambiente más adecuado para que el personaje desarrollara su verdadera naturaleza, pero con películas como esta uno tiene la impresión de que ha llegado el momento en que los vengadores se deshagan de sus armas y salgan de la ciudad, alejándose hacia un horizonte olvidado reservado para las leyendas.
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