Hope Arts: Críticas

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Lugar: Cantabria, Spain

sábado, septiembre 24, 2005

El Rey Arturo

EL REY ARTURO (KING ARTHUR, EEUU - Irlanda, 2004 Épica, 130 minutos)
Dirección:
Antoine Fuqua.
Guión: David Franzoni.
Reparto: Clive Owen, Keira Knightley, Ioan Gruffudd, Stellan Skaargard, Stephen Dillane, Ray Winstone, Til Schweiger, Mads Mikkelsen, Ken Scott, Hugh Dancy, Ray Stevenson, Joel Edgerton.
Música: Hans Zimmer.

Valoración: 6/10


El Rey Arturo. Esto nos suena ¿no?. Claro, sólo tenemos que hacer un ejercicio de memoria durante unos segundos y saltarán a nuestra mente montones de versiones de la leyenda artúrica, como por ejemplo la cruenta Excalibur con el Carmina Burana dando caña desde el fondo, la paródica versión de la corte de Camelot creada por los Monty Python o las maquetitas del Primer Caballero con un maduro Arturo encarnado por Sean Connery. Por no mencionar la multitud de filmes del estilo “nosequién en la corte del Rey Arturo” que han llevado a personajes del calibre de Whoopi Goldberg o Martin Lawrence hacia las tierras del medievo britano.

Comprensiblemente, con esta muchedumbre de antecedentes es muy complicado crear una nueva visión de la leyenda que le garantice a la película una identidad propia sin beber directamente de las anteriores. El problema se solucionó en cuanto el productor superstar Jerry Bruckheimer vio en una nueva revisión histórica del mito británico la excusa perfecta para dotar a su filme de unas características ausentes en todos sus antecesores. Según esta teoría, la leyenda del Rey Arturo estaría basada en hechos reales ocurridos siglos antes de que Chretién de Troyes escribiera su famoso libro. En esta época Britania era una provincia del Imperio Romano dirigida por un virrey – gobernador, mitad romano mitad britano, llamado Artorius, hombre de firmes creencias religiosas y renombrado guerrero. Este sería además el comandante de un grupo de caballeros sármatas que luchaban del bando romano para saldar una deuda histórica contraída por sus antepasados.

No conforme con tan atractiva premisa, radicalmente distinta a todo lo visto hasta ahora en lo referente al personaje, y seguramente con la intención de adaptarse a los tiempos modernos, se nos muestra a un Merlín señor de los Pictos muy alejado de su mítico papel de sabio consejero, a la frágil y dulce Ginebra convertida en una guerrera berserk que combina a partes iguales el valor bélico y la sensualidad, y a un invasor Sajón malo malísimo que hace olvidar que en las películas de antaño los sajones eran los bondadosos paladines que luchaban contra los pérfidos normandos. Por supuesto no podían faltar los valerosos caballeros de la Mesa Redonda, ya en las postrimerías de su gloria, dotados con cualidades dignas de un videojuego de rol: uno es el infalible arquero cuya compañía es una bella rapaz, otro es un promiscuo galán que da muerte a sus enemigos manejando con destreza dos espadas... Y no faltan el fortachón de rudas maneras y lenguaje malsonante, el gigante de feroz apariencia pero de buenos sentimientos y el bondadoso joven lanzador de hachas.

Dicho así puede sonar ridículo, pero para hacer honor a la verdad lo cierto es que absolutamente todo cuadra con lo que exige la película, que explota de manera acertada un potente realismo visual creando un conjunto atractivo y cuidado en el que cada personaje tiene el peso que merece. Fuqua aprovecha sabiamente en la dirección el soberbio trabajo del equipo técnico y de producción, mejorando sustancialmente en su papel de storyteller respecto a su anterior trabajo, Lágrimas del Sol, que daba directamente ganas de llorar. El realizador de la magnífica Training Day se desenvuelve sin dificultades en las escenas de combate, en las que se agradece su prudencia a la hora de manejar la cámara, que permite al espectador contemplar las batallas sin el temor de perderse varias tomas si en ese momento tiene la necesidad de parpadear.

Clive Owen es el encargado de dar vida al famoso monarca. Cierto es que Owen no es un actor conocido por la mayoría del público y que este es su primer papel protagonista tras dar la réplica a Angelina Jolie en Amar Peligrosamente. El actor británico ha participado como secundario en grandes películas como El Caso Bourne y Gosford Park y tuvo el tino de protagonizar The Hire, un proyecto publicitario poco común en el que la marca alemana BMW reunía a directores de la fama de Ang Lee, Tony Scott, Guy Ritchie, Joe Carnahan, John Woo, Alejandro González Iñárritu o el desaparecido John Frankenheimer para realizar una serie de cortos de acción con repartos impresionantes y cuyo protagonista absoluto (aparte de los automóviles) era Clive Owen.

El hecho de ser el rostro publicitario de una conocida marca, el record de descargas de los cortos desde la web y el sonar como el próximo James Bond ha ayudado a Owen a sonar entre el gran público. El Rey Arturo supone para el actor un gran empujón mediático, pero en el aspecto interpretativo Owen aprovecha en demasía su poderosa presencia física para crear un héroe excesivamente hierático e inexpresivo. Próximamente tendrá la oportunidad de resarcirse en Closer (Mike Nichols) con Julia Roberts, Jude Law y Natalie Portman; y Sin City (Robert Rodríguez, Frank Miller, Quentin Tarantino), que cuenta con un reparto de lujo plagado de caras conocidas.

El protagonismo femenino cae en las manos de Keira Knightley. Al igual que Owen, la joven británica (19 años) es aún una gran desconocida para el público español, pero sigue ascendiendo de forma meteórica en su carrera. El nombre de Keira ha estado inevitablemente ligado al de Natalie Portman, otra joven y prometedora actriz sobre la que la inglesa es continuamente interpelada debido a la semejanza de sus rasgos. El sorprendente parecido físico entre ambas llevó a George Lucas a colocar a la británica interpretando a la Reina Amidala en su Episodio I, al tiempo que la israelí acaparaba el protagonismo en el papel de su alter ego Padme. Mientras que Portman se convirtió en un fetiche galáctico para los millones de seguidores de la saga, Knightley pasó tan desapercibida como su personaje.

Tuvo que ser una comedia social británica, Quiero Ser Como Beckham, la que lanzara a la talentosa joven a la fama, que consolidó el verano pasado con otra superproducción de Jerry Bruckheimer, Piratas del Caribe. Es obvio que las carreras de Keira y Natalie llevan rumbos muy distintos. Mientras que Portman elige sus papeles por puro interés artístico, Knightley centra su atención en superproducciones comerciales, en una sabia estrategia para afianzarse en el traicionero terreno de la fama. En el Rey Arturo da vida a una Ginebra combativa, en un papel cuya gran exigencia física no ha sido un problema para Knightley, experimentada tiradora con arco, amazona y nadadora, que no puso reparos en pasar por el duro entrenamiento al que tuvo que hacer frente el reparto y que incluía el boxeo y el manejo de armas medievales. Curiosamente, al igual que sus dos compañeros de cartel, Keira sonó para la nueva película de 007 en la que se convertiría en la chica Bond más joven de la historia. Lejos de conjeturas, lo próximo es The Jacket junto con Adrien Brody, película a priori totalmente distinta de lo que ha hecho hasta ahora.

El reparto, que a primera vista puede no resultar muy atractivo, sorprende al tener como secundarios a Stellan Skaarsgard (Ronin, Dogville), magnífico actor escandinavo que da vida con tino al malvado invasor sajón antes de dedicarse por completo a la precuela de El Exorcista. Stephen Dillane (Las Horas, Spy Game) es Merlín, que pasa desapercibido al acaparar un protagonismo infinitamente menor al que le otorga la leyenda clásica. De Lancelot se encarga Ioan Gruffudd (Black Hawk Derribado, Titanic), otro joven que ha saltado a la palestra tras sonar al igual que Owen (y Jude Law, y Eric Bana, e Ewan McGregor, y Christian Bale...) para el puesto del agente 007 y por haber firmado para la adaptación de los 4F junto a Jessica Alba y Michael Chiklis. El Lanzarote de Gruffudd es un galán chulesco que casa a la perfección con lo que se espera del personaje en esta nueva visión, pero que resulta ser al final mejor amigo de lo que se le supone.

Nada más y nada menos que Hans Zimmer se encarga de la música. El oscarizado compositor ha marcado época con un estilo propio que conoció su cumbre artística con el Rey León, La Casa de los Espíritus, La Delgada Línea Roja o Gladiator. Lamentablemente Zimmer está más pendiente ahora de su factoría musical que de su propia carrera como compositor. Tras crear la notable banda sonora de El Último Samurai, su nivel decae sensiblemente en este Rey Arturo, en el que evoca éxitos propios anteriores con una bella melodía pero que ya suena a vieja. Momento de transición para uno de los mejores músicos de Hollywood.


O.K.: -La moderna visión de la leyenda, totalmente distinta a lo visto anteriormente.
-El correcto trabajo de Antoine Fuqua, del que a pesar de todo siempre se espera más tras el gran nivel demostrado en Training Day.
-El realismo visual de maquillaje, vestuario, escenarios y fotografía, máximo benefactor de la película. Un sobresaliente para la producción, que si ha reparado en gastos ha tenido la habilidad de que no repercuta en el resultado final.
-Las batallas, que demuestran una acción alejada del frenetismo de moda en la mayoría de las superproducciones del género.
-La valentía de la producción a la hora de ceder el peso del protagonismo a un trío de intérpretes en plena evolución.
-Momentos sobresalientes como el conmovedor comienzo, la soledad de Arturo en la Mesa Redonda, la batalla sobre el hielo y el vuelo del halcón.

K.O.: -Sus esfuerzos nada sutiles por conmover con arengas libertarias y sangrientos traumas infantiles.
-Una parte de la trama metida con calzador, con situaciones y personajes fuera de contexto. Franzoni, guionista de también de Gladiator, parece no haber bajado aún de la nube.
-Que tras todas las molestias que se han tomado para dotar a la película de una identidad propia y diferenciada de todas las adaptaciones anteriores, se caiga continuamente en tópicos y referencias a éxitos pasados.

Conclusión: Resulta sorprendente que tras el notable esfuerzo por evitar caer en situaciones de damas del lago, sabios magos, malignas brujas, esposas infieles o amigos traicioneros, conocidas ya por todos, se haya tirado de una ridícula defensa de la libertad como hilo conductor. El deseo de conmover al público es evidente y loable, pero resulta cansado que cualquier producción épica tire de arengas y diálogos sobre un concepto elevado, pero que corre el riesgo de desgastarse de tanto nombrarlo. El querer convertir al héroe propio en defensor máximo de la libertad es un ejercicio de prepotencia, que si no es llevado con sutilidad y franqueza es raro que funcione.

El Rey Arturo es un digno producto que proporciona un entretenimiento de calidad, pero que cae en todos sus apartados en continuos tópicos que funcionaron por novedosos en producciones anteriores, pero que bien vendría renovarlos. Lástima que las grandes pretensiones con las que arrancaba el film se queden por tierra. De todos modos, se augura un gran éxito en taquilla que le consolide como una de las grandes superproducciones en uno de los veranos con mayor competencia de los últimos años.
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