Hope Arts: Críticas

Críticas, reseñas y opiniones.

Mi foto
Nombre:
Lugar: Cantabria, Spain

viernes, septiembre 09, 2005

El Dia de Mañana

EL DÍA DE MAÑANA (THE DAY AFTER TOMORROW, EEUU 2004, Catástrofes.)
Dirección y Guión:
Roland Emmerich.
Reparto: Dennis Quaid, Jake Gyllenhaal, Emmy Rossum, Sela Ward, Joe Cobden, Jared Harris, Perry King, Kenneth Moskow, Tamlyn Tomita.
Música: Harald Kloser.

Valoración: 4/10

Cada cierto tiempo alguien en Hollywood con mucho dinero y con ganas de ganar aún más, tiene la idea de producir una película de este tipo. El cine de catástrofes es una constante, y dejando de lado thrillers post apocalípticos, en los últimos años varias han sido las producciones de este tipo: En 2003 pudimos ver la desapercibida El Núcleo, y en los anteriores Deep Impact, Armageddon, Turbulence, Twister, Volcano o la sobre valorada Titanic.

Es en estas películas donde podemos contemplar a seres humanos normales, que expuestos a circunstancias extraordinarias, son capaces de comportarse como héroes. A pesar de ser superados por la catástrofe, las personas consiguen sacar lo mejor de sí mismos: su humanidad. El coraje, el sacrificio, el altruismo son los valores expuestos en estos filmes para resaltar que por el contrario somos incapaces cada día, en situaciones más favorables, de dar lo mejor de nosotros mismos.

Pero vamos a ver. ¿De veras se cree alguien eso? Si Hollywood produce estas películas es para dos cosas: ganar más dinero del que invierten y demostrarle a los Indios que por muchas pelis que produzcan jamás van a tener el dinero suficiente como para hacer unos efectos especiales tan chulos. Al contrario de lo expuesto en el párrafo anterior, lo que se busca es darle al público el atracón visual que pide: ver como se destruyen un montón de infraestructuras de las formas más diversas y espectaculares posibles. ¿No habéis visto cuánta gente se reúne para contemplar la demolición de un edificio? Pues esto es algo parecido pero a mayor escala. Y además no tienes que tragar el polvo de los escombros.

Dice Emmerich (gracioso él como nadie) que hizo esta película para concienciar al público sobre los peligros de la contaminación, el efecto invernadero y las terribles consecuencias que podrían causar al planeta. El tema estaba en la palestra debido a que Estados Unidos no firmara el Protocolo de Kyoto, y Emmerich pensó que la opinión pública debía ser avisada de la catástrofe que podría llegar. No vamos a cuestionar sus motivaciones a la hora de hacer la película, pero si quería crear conciencia bien podría haber hecho un drama sobre una persona que sufre un melanoma debido a la destrucción de la capa de ozono, o las vicisitudes por las que atraviesa un granjero debido a las sequías producidas por el calentamiento global.

¿Qué es lo que pasa? Que esas historias no venden, y eso a Roland no le gusta. No le gusta pero que nada. Así que decidió hacer algo superior, más grande, una catástrofe a gran escala. Y así fue como nació El Día de Mañana. La película narra las consecuencias que tendría a día de hoy la llegada de una nueva glaciación causada por el cambio climático provocado por la contaminación. Una catástrofe que no dejaría a nadie al margen y que afectaría especialmente a los países ricos del hemisferio norte, que se verían obligados a evacuar a su población hacia el cálido sur.

Emmerich, que también escribe la historia además de dirigirla, centra la trama en un científico especializado en paleo climatología (Quaid), que mantiene que en un incierto período de tiempo un cambio climático traerá una nueva glaciación. Una vez confirmadas sus sospechas, tendrá que rescatar a su hijo (Gyllenhaal) atrapado en la gran ciudad de Nueva York. Como se puede apreciar, la historia no es nada original y confirma una de mis más terribles sospechas. Algo que siempre temí descubrir y que el gran público debe conocer. Cueste lo que cueste. Pese a quien pese. Caiga quien caiga.

En lo más profundo de un oscuro estudio de la ciudad de Los Ángeles hay una sala secreta aún más oscura que pasa desapercibida a la vista de los extraños. Dentro hay una gran supercomputadora capaz de mover el más potente de los programas que gestiona la mayor base de datos jamás creada. Esa máquina (da miedo decirlo) escribe guiones. Sí amigos, el usuario elige una serie de opciones y la Máquina Guionizadora escribe la historia a la medida de lo solicitado. Pocos conocen la ubicación de la Máquina, y Roland es uno de ellos.

Hace unos cuantos meses Emmerich visitó el lugar, y colocándose ante la imponente Máquina la susurró sus intenciones en un inimitable acento germánico: “Verás Máquina, quiero hacer una peli de catástrofes de esas que tanto me gustan, pero tienen que ser catástrofes naturales causadas por el clima eso sí. Así que olvídate de marcianitos invasores, de meteoritos y de barcos que se hunden. Ah, y nada tampoco de terremotos ni volcanes, que está muy visto últimamente. Luego quiero una historia de amor adolescente entre una chica-que-tienes-que-rescatar y un chico-callado-pero-valiente, pero sólo de sub trama. De prota quiero a un científico-durezas-que-tiene-razón-pero-que-es-ignorado-por-todo-el-mundo. Sí, ya, ya se que eso lo meto en todas mis pelis, pero ¿has visto lo bien que me va?. Entonces ya está ¿no?. ¿Cómo?. ¿Qué eso sólo da para media hora?. Pues rellénalo con los tópicos de siempre: animales furiosos que se quieren comer al reparto, pequeñas historias intrascendentes, políticos que son incapaces de escuchar pero que en el fondo son buena gente, posibles relaciones de amor entre secundarios y un montón de personajes-que-mueren. Muchos, muchos de esos que hacen que el público se conmueva y suelte un “Vaya, pero qué pena”.”

En ese instante la Máquina Guionizadora escupió el resultado impreso y encuadernado (para que se note lo bien que hacen las cosas los americanos) a las manos de un excitado Emmerich. Roland leyó el título, bien centrado en la portada, en letra Arial de 18 puntos, negrita, cursiva y subrayada: “The Day After Tomorrow” decía. Y Roland rió. Rió a carcajada limpia porque sabía que ya tenía película. Pero cometió un error: como máquina que es, la Guionizadora no puede salirse de unas pautas marcadas, y lo acaba haciendo todo igual. Pero tranquilos, ya están trabajando en la versión 2.0.

Esta es la única razón que se me ocurre para explicar que el Día de Mañana cuente la misma historia de siempre. Vale que en una catástrofe la gente saque lo mejor o lo peor de sí misma, y que esos miles de historias estén plagados de hechos interesantes. Sin embargo en la película sólo vemos historias heroicas, plagadas de valentía y entendimiento entre los afectados. Emmerich nos muestra unos personajes que son lo mejor de cada casa. Nadie aprueba una actuación maléfica en estas situaciones, por supuesto, pero es que tal vez la presencia de un personaje algo más “maligno”, humano, que valorase su supervivencia por encima de la de los demás, habría resultado más realista. Que es que no todo el mundo es tan bueno ni tiene un familia de héroes.

Otro grave error de la historia es que se centre en los acontecimientos que suceden en un solo país: Estados Unidos. Emmerich siente pasión por las barras y estrellas y así se esmera en demostrarlo en cada una de su películas. La catástrofe que se trata es un problema global, y habría sido muy interesante contemplar las medidas a tomar conjuntamente por gobiernos de distintos países, los cambios en las prioridades políticas, las pautas que darían a su población a modo de protección, los operativos que pondrían en marcha... Roland nos muestra políticos en principio incrédulos y soberbios, pero que, cómo no, resultan al final ser grandes Padres de la Patria y buenas personas en general. A pesar de buenos puntos de crítica, como la salida de Kyoto de los USA o la inmigración invertida de asustados americanos al vecino México, el resto resulta demasiado obvio y usado como para resultar atractivo.

Así que la historia cae en continuos tópicos, tramas previsibles y secuencias típicas de el-amigo-del-prota-que-muere, que pretenden conmover y que tal vez lo consiguieran si no te lo esperaras desde el principio. Todo esto demuestra que la faceta de director de Emmerich está muy por encima de su faceta como escritor. Su carrera como realizador está marcada por las supermegaultraproducciones de efectos especiales. Emmerich tuvo su primer éxito comercial con Stargate (dejemos de lado Soldado Universal, por favor), una buena película de ciencia ficción que aún hoy tiene su atractivo. Sin embargo el bombazo comercial lo consiguió con Independence Day, donde se le empezaba a ver el plumero, cosa que confirmó con su terrible Godzilla (no terrible el monstruo, sino la película). Ahí Roland demostró el placer que le produce destrozar por el método que sea la ciudad de Nueva York. Como si los neoyorkinos no hubieran tenido suficientes catástrofes.

A pesar de su obsesión maniática de homenajear la ciudad de la Gran Manzana de un modo muy distinto al de Woody Allen o Scorsese, Emmerich no es un mal director. Vamos, tampoco es la cúspide de la realización cinematográfica, pero se defiende muy bien en películas del estilo de D.A.T. (más que nada porque no ha hecho de otro tipo) y es capaz de usar de una manera muy eficaz los efectos especiales que se ponen a su disposición. En Day After Tomorrow nos ofrece el espectáculo destructivo de ver varios tornados arrasando con todo detalle Los Ángeles (adiós al mítico letrero de Hollywood) y un tsunami barriendo Nueva York, que son sin duda lo mejor de la película.

Lo peor de Emmerich como director es que cometa errores tontos debido a las malas pasadas que le juega su propia historia. Como que ubique mediante el diálogo, un letrero sobre la pantalla y paisajes característicos de cada lugar al público, creando una redundancia que le hace sentir a uno estúpido. O como que alguien (los reporteros sobran) narre lo que estamos viendo en pantalla sin aportar más información que la evidente. Vale que pueda ser para enfatizar lo que vemos, pero da la sensación de estar leyendo uno de esos cómics de los cincuenta en los que en una viñeta aparecía un hombre disparando a otro y el narrador explicaba “El pillo dispara al hombre sin contemplaciones.” Además Roland sigue abusando de planos-homenaje a la bandera de su país adoptivo sin enterarse de que bastante la vemos ya por el telediario. Ah, y algunos de los momentos de la gran ola parecen sacados directamente de Independence Day, a los que han quitado el rayo extra terrenal y le han añadido agua.

El reparto viene encabezado por Dennis Quaid, actor de irregular carrera marcado por el “no” que dio a la hora de aceptar encarnar al galán de Oficial y Caballero, personaje que encumbró al conocidísimo Richard Gere. Quaid toma el testigo de manos de Jeff Goldblum (Independence Day) y Matthew Broderick (Godzilla) en el papel de científico ninguneado que conoce perfectamente al enemigo. Lejos de salirse de los clichés del personaje, Quaid cae sin reparos en ellos y realiza una interpretación muy alejada de sus últimos éxitos de crítica (como la de Far From Heaven). A su lado aparece Ian Holm, gran actor desaprovechado en la película, insertado en un personaje arquetipo del anciano-científico-comprensivo y aislado en una trama sin salidas.

Uno de los aciertos del filme es confiar en dos caras jóvenes del panorama cinematográfico. Jake Gyllenhaal lleva tiempo dando guerra y se afianza poco a poco pero con fuerza, en la lista de actores más prometedores. Lo siguiente es un western atípico, Brokeback Mountain, junto a Heath Ledger y Ann Hathaway dirigido por Ang Lee. Acompaña a Gyllenhaal la dulce Emmy Rossum, que al igual que su compañero apunta muy buenas maneras. La joven (17 años) participó en la enorme Mystic River dando vida a la hija de Sean Penn, y prepara El Fantasma de la Ópera junto a Gerard Butler, a las órdenes de Joel Schumacher. Rossum está en plena proyección, eligiendo personajes de cada vez mayor peso en el metraje y en El Fantasma se atreverá con su primer trabajo como protagonista. Lo único que les puede aportar a ambos El Día de Mañana es dar a conocer su nombre gracias a la superproducción, ya que a nivel interpretativo quedan atrapados en una historia mil veces vista, en la que Rossum encarna a la chica-que-tienes-que-rescatar y Gyllenhaal al chico-callado-pero-valiente.

En la composición de la partitura Emmerich apuesta por el paisanaje y encarga la música a Harald Kloser. Kloser realizó la música para la pre-Matrix Nivel 13, y tiene una larga trayectoria como compositor en la televisión. El alemán nos deleita con una tranquila melodía que repite con acierto en las escenas más pausadas. Además ambienta la película acertadamente y sin las estridencias típicas de este tipo de filmes. Buen trabajo de Kloser que tiene ahora en mente las notas para Aliens vs Predator.

O.K: -Los impactantes efectos especiales. (El tsunami y los tornados, impresionantes).
-Puntuales críticas políticas con un poco (muy poco) de mala leche.
-Que se note en el resultado el enorme esfuerzo económico de la producción.
-La oportunidad de ver en acción a dos jóvenes promesas: Rossum y Gyllenhaal.

K.O: -La historia, totalmente previsible y repetida hasta la saciedad.
-La presencia de multitud de tópicos tanto en situaciones como en diálogos.
-Que todos los personajes sean puros arquetipos sin profundidad.
-Momentos de pura comedia como la escena del Hielo Perseguidor o frasecitas al estilo de “USA perdona la deuda a latino América”. Tronchante.
-El encasillamiento total de Roland Emmerich en películas de este tipo.
-La manía de Roland por destruir (en la ficción) a la castigada (en la realidad) ciudad de Nueva York. Es que ya son ganas de cebarse.
-Que en algunos momentos (sin efectos de por medio) ni siquiera sea capaz de entretener.

Conclusión: Era de esperar este resultado en una película que no decepciona porque en ningún momento es capaz de crear buenas expectativas. Emmerich realiza otro trabajo en su línea y en el filme no hay nada sobresaliente a excepción de los efectos especiales. En otras palabras, es un modo diferente de vender lo de siempre.

Es de esperar que el día de mañana nos traiga montones de nuevas producciones de este tipo, sin embargo mantengamos la esperanza de ver una película de catástrofes y no (como en este caso) una catástrofe de película.